“Creo en la Italia de los municipios, del Renacimiento, no en la centralización de Mussolini”. MATEO SALVINI
HERMOSILLO, SONORA.- No se trata de austeridad republicana; el gasto gubernamental no está bajando, sino subiendo. Tampoco de combatir la corrupción; los fideicomisos no aumentan ni disminuyen los posibles desvíos, simplemente los transforman. Es más plausible que, como ya no quedaban guardaditos, el Gobierno necesitaba encontrar nuevas fuentes de financiamiento para sus proyectos. El propósito de la extinción de los fideicomisos es centralizar el gasto.
No es algo que hagan los gobiernos liberales, ya que éstos buscan descentralizar la toma de decisiones sobre el gasto público. Los gobiernos conservadores, en cambio, lo concentran porque les da poder.
El presidente López Obrador, como conservador que es, busca concentrar el gasto. Para sus propósitos, que incluyen un gigantesco reencauzamiento del gasto público a unos cuantos programas y proyectos de su predilección, esta centralización es indispensable. Por eso ha extinguido o reducido los presupuestos de muchos programas, resultado de años de lucha de grupos liberales o progresistas, como las estancias infantiles o los apoyos a la ciencia, para nutrir sus propios esquemas, incluyendo subsidios directos, como los de la tercera edad o los de jóvenes sin empleo ni escuela, y las grandes obras elegidas por el propio mandatario, como la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya.
No toda concentración del gasto es equivocada. La multiplicación de programas gubernamentales llevó a una dispersión de esfuerzos y recursos públicos que generaron desperdicios y corrupción. El presidente López Obrador parece seguir los preceptos del ya fallecido economista Milton Friedman de la Universidad de Chicago, que sugería a los gobiernos reemplazar todos sus programas sociales por un impuesto negativo al ingreso, por medio del cual se entregaría una cantidad de dinero directamente a cada ciudadano sin pasar por burocracias.
El problema es que muchos de los programas de gasto del Gobierno no son realmente los mejores usos de recursos públicos. El Fondo Monetario Internacional ha recomendado suspender las obras de la refinería de Dos Bocas, por lo menos mientras la situación del mercado de la gasolina no permita una razonable perspectiva de rentabilidad. Los trenes de pasajeros pierden dinero en casi todo el mundo y lo mismo ocurrirá, seguramente, con el Tren Maya, que está en camino de convertirse en uno de los elefantes blancos más costosos de la historia del país. Por si esto fuera poco, el gobierno de López Obrador quiere ahora revivir el tren México-Querétaro, suspendido por Enrique Peña Nieto, y que requeriría de onerosos subsidios.
El Presidente dijo ayer que nadie debe preocuparse, que todo beneficiario que justifique una ayuda seguirá teniéndola. Añadió que el Fonden era la “caja chica” de algunos funcionarios. Según él, se compraban sin licitar, y a precios elevados, láminas y otros productos; pero añadió que su gobierno seguirá cumpliendo con la obligación de apoyar a los damnificados.
Lo paradójico es que López Obrador ha aumentado las elevadas compras sin licitación, pero además controla ya los fideicomisos, incluido el Fonden. Si alguien puede utilizarlos como caja chica son él y sus subordinados. El mismo Presidente nos ha dicho, por otra parte, que ya no hay corrupción en la Cuarta Transformación. El objetivo de la extinción de los fideicomisos, pues, no es frenar la corrupción, sino concentrar el gasto en sus manos.
ABSTENCIÓN
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU votó este 6 de octubre por renovar el mandato de la comisión que estudia las violaciones de garantías individuales en Venezuela y que ha presentado un informe contundente contra el gobierno de Nicolás Maduro. La peronista Argentina votó a favor; México se abstuvo.
Twitter: @SergioSarmiento