Hoy, las calles de Morelia se convirtieron en el escenario de una de las manifestaciones más simbólicas de los últimos años. Centenares de ciudadanos tomaron el Palacio de Gobierno de Michoacán, entonando el Himno Nacional Mexicano como grito unísono de dolor, rabia y esperanza. Exigían justicia por el asesinato del alcalde Carlos Manzo, de Uruapan, un líder ejemplar que enfrentó con valentía la corrupción y al crimen organizado.

La historia de este domingo no fue solo la de un funeral, sino la de un pueblo que se cansó de llorar. Las imágenes que recorrieron el país mostraron a hombres, mujeres y jóvenes ondeando la bandera mexicana y levantando veladoras frente al edificio gubernamental, mientras clamaban por el fin de la impunidad.

El asesinato de Manzo se suma a una larga lista de crímenes que han teñido de luto a México durante el actual sexenio. Ambientalistas, líderes sociales, periodistas y alcaldes han sido víctimas de un sistema que —lejos de protegerlos— los deja expuestos ante la violencia y el abandono institucional.
A lo largo de estos años, los pueblos originarios, las comunidades rurales y las organizaciones defensoras del medio ambiente han sufrido represión, hostigamiento y silenciamiento. Cada nombre caído representa una historia de resistencia truncada, una voz que el poder intentó apagar.
Silencio en Palacio Nacional: cancelan la Mañanera de Claudia Sheinbaum
El impacto del crimen alcanzó las más altas esferas del poder. La presidenta Claudia Sheinbaum canceló su conferencia matutina tras confirmar la ejecución del alcalde de Uruapan, quien contaba con protección federal. En un mensaje breve, condenó los hechos y ordenó el despliegue de un operativo de emergencia, asegurando que no habrá impunidad.
La cancelación de la Mañanera evidenció la magnitud de la crisis: un país que vive bajo la sombra del miedo, donde ejercer liderazgo o alzar la voz puede costar la vida. La violencia política y social se ha convertido en una constante; cada ataque contra un funcionario o activista es un recordatorio del precio que se paga por hablar con verdad.
Conago condena el atentado y llama a la unidad nacional
En un pronunciamiento conjunto, los 32 gobernadores del país, incluyendo a la mandataria de Aguascalientes Tere Jiménez, emitieron un comunicado a través de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), condenando el atentado y respaldando las acciones de la presidenta Sheinbaum para garantizar justicia y seguridad en todo México.
“México necesita unidad sin distinciones políticas ni ideológicas”
Señala el comunicado, que también exige castigo ejemplar a los responsables del crimen. Los mandatarios coincidieron en que la violencia contra los líderes locales atenta directamente contra la democracia y la estabilidad social del país.
Un México cansado de vivir en luto
Cada día, México suma nuevas víctimas de un sistema que no logra frenar la represión ni proteger a quienes defienden la verdad.
La tragedia de Uruapan es reflejo del país entero: un pueblo que ya no calla, que canta su himno frente a los muros del poder y exige justicia con el corazón en la mano.
Basta de que todos los días sean
Día de Muertos en México.
Hoy, el pueblo se une —sin importar color, raza o ideología— para exigir lo que por derecho le pertenece: vivir sin miedo y en libertad.
Héroes de Michoacán
Michoacán llora a sus tres valientes, pero también los celebra.
Homero Hernández custodió los santuarios de la mariposa monarca como quien protege un tesoro ancestral; enfrentó la tala ilegal con el corazón en la mano y la fe puesta en la naturaleza.
Bernardo Bravo fue la voz firme del campo, un defensor de los campesinos que entendía que la tierra también habla cuando se le hace justicia.
Carlos Manzo fue el rostro de la dignidad y del coraje, un alcalde que no se escondió, que denunció y caminó con su pueblo aun sabiendo los riesgos.
Los tres compartieron una misma causa: creer en un México mejor.
No tuvieron respaldo, pero sí convicción. No fueron protegidos, pero dejaron huella.
Hoy, sus nombres resuenan no solo en Michoacán, sino en todo el país como un recordatorio de que la valentía de unos pocos puede encender la conciencia de muchos.

Aunque ya no están, su legado vive en la tierra que defendieron, en los bosques que amaron y en el pueblo que, entre lágrimas y esperanza, se niega a rendirse.

